Dante López
Presidente de la Confederación Espírita Panamericana
En estos días llegó a mi
Correo Electrónico un video donde el Ex-Presidente de Uruguay José Mujica hace
una reflexión acerca de la Sociedad de Consumo, reflejando la necesidad de
dejar de buscar la felicidad en la adquisición de “cosas” que supuestamente nos
harán felices.
Este hombre, que ha
sobresalido por su resiliencia y su austeridad, ha llegado a la máxima
jerarquía política de su país, y es muy escuchado, porque fue capaz de mantener
una forma de vida alejada de los fastos que normalmente acompañan a los que
acceden al Poder Político. Es coherente entre su Filosofía de vida y su
accionar y en ese sentido es un ejemplo a seguir, no solamente para la clase
política, sino también para el hombre común.
Creo que una de las mayores
aspiraciones a la que podemos acceder en este plano es la de sentir que somos
coherentes entre nuestro discurso y nuestra forma de vida.
Como bien nos señala la
Filosofía Espírita ningún ser humano es igual a otro, por lo tanto no podemos
pensar que haya una sola forma de encontrar ese equilibrio. Al ser diferentes,
nuestra vida se va construyendo en diferentes escenarios, con distintas
responsabilidades y en las circunstancias que se desarrollan a partir de
nuestro accionar.
Si una persona es pobre
económicamente no significa que ha fracasado en su vida, como tampoco ser rico
es garantía de éxito. El éxito radica mucho más en sentir que hemos cumplido
con la tarea que la vida nos encomendó, siendo feliz y a la vez solidario.
Pareciera que la clave pasa
por ser feliz con lo que cada uno tiene, en una actitud de valoración y
agradecimiento, con la seguridad que es “lo que más me sirve a mi momento
evolutivo”, aunque también atento a que siempre es necesario progresar, porque
la vida no es una fotografía, sino una film de largo metraje sin final
aparente.
Por eso también concuerdo
con lo que José Mujica dice cuando afirma que no quiere hacer una apología de
la pobreza sino que quiere exaltar el valor de la sobriedad. Esto pone las
cosas en su lugar, la sobriedad nos lleva a evitar los extremos, a prescindir
de los excesos que nos propone la Filosofía de la inmediatez y la obsolescencia
programada. La sobriedad nos invita a vivir lo mejor posible dentro de nuestras
condiciones, disfrutando sin culpas, los que ganamos legítimamente, sin perder
de vista nuestra responsabilidad con los demás. Nos propone buscar la felicidad
hacia adentro de nosotros mismos, por entender que allí está lo que buscamos.
Si nuestros pensamientos y
la consecuente acción son impregnadas por la sobriedad estaremos menos
expuestos a la superficialidad de la Sociedad de Consumo. En el equilibrio
emocional que podamos conseguir tomaremos conciencia de que ser feliz es una
cuestión relativa a nuestras expectativas.
Si vivimos mirando solo lo
que nos falta no encontraremos la calma necesaria para ser felices, porque ser
feliz es saber que podemos vivir en paz con nuestra propia conciencia pero
también en equilibrio con el medio que nos rodea, humano, material y ambiental.
Encontrar el equilibrio sin dejar de buscar el progreso viviendo con sobriedad,
he ahí un desafío del Ser Humano de nuestro tiempo.