Por: Daniel Torres
Grupo Espírita Nueva Generación de Guatemala
De acuerdo con la propuesta ética del Espiritismo, el
intercambio interinstitucional debiera ser armonioso por naturaleza. Sin
embargo, en el plano vivencial eso no siempre sucede. Lamentablemente las
debilidades humanas están a la orden del día, y se les da vía libre cuando
dentro de la misma organización no hay un contrapeso colectivo que permita
regular este tipo de comportamientos.
Entre los
aspectos que invitamos a reflexionar personal o colectivamente, para favorecer
el relacionamiento sano y constructivo están:
El respeto: Merece
recordar una de las frases expresada notablemente por Benito Juárez y que ha
quedado anclada en la conciencia de la humanidad por su altura y profundidad
ética: “El respeto al derecho ajeno, es la paz”. Esto se traduce en la no intromisión de las
decisiones y asuntos internos de las instituciones, como también en la negativa
a aceptar la coacción por cualquier medio de personas u organizaciones con el
fin de consolidar sus propios intereses, que por lo general van fuera del campo
de la ética que nos propone el Espiritismo.
Sabemos que en
el mundo ninguna persona es igual que otra, todas tienen sus propias
particularidades que la diferencia de las demás, sean estas por factores
culturales, sociales, etc. Lo mismo sucede con las instituciones, cada una
tiene su perfil y objetivos.
El Espiritismo
jamás surgió para levantar anatemas, censuras y ataques, mucho menos para
albergar actitudes que riñen con la libertad y la solidaridad. Muy al
contrario, nació para reivindicar los valores éticos trascendentes desde una
perspectiva espiritual.
La sinceridad: Este
es uno de los aspectos más importantes, porque no hay elemento tan nocivo en
las relaciones personales e institucionales como la hipocresía, que corroe y
contamina un entorno de una manera tan sutil, que los daños provocados suelen
ser desastrosos. Comúnmente se describe a quienes actúan de esta manera como
“lobos con piel de oveja”. Este fue uno de los desafíos que tuvo que enfrentar
el mismo Kardec y del cual, por su experiencia, supo prevenir.
La tolerancia: Cuando
premia un clima de tolerancia en las relaciones humanas, se generan las
condiciones propicias para que cada persona se exteriorice tal cual es y
exponga con libertad sus ideas, dando como resultado un intercambio saludable
que beneficia a todos. Sin embargo, este término debe ser correctamente
empleado, puesto que tampoco implica llegar al extremo de aceptar acciones que
contravengan los buenos modales, ni el espíritu de fraternidad; sin este
control, hasta qué punto podrían llegar
las instituciones espíritas; perderían el fin para el cual fueron creadas. En
el mundo moral todo guarda un equilibro.
La fraternidad: Este
es el lazo que potencializa las relaciones, es la máxima expresión de una
convivencia sana y duradera, porque fomenta la unión, el intercambio y el
progreso.
A pesar de las
diferencias existentes, que van más a la forma que al fondo, las instituciones
espíritas pueden cooperar mutuamente. Cuando se propicia un diálogo franco y
honesto, en donde se discutan las ideas, mas no a quienes las expresen; cuando
el amor y la búsqueda de la verdad sea nuestra divisa, seguramente
contribuiremos en fortalecer el movimiento espírita en general. Llevemos pues,
con dignidad esta bandera y digamos al unísono con el timbre de voz que cada
quien posee: Unidos para Progresar.